El argot y las costumbres castrenses, queramos que no, están
fuertemente arraigadas en la sociedad, donde, si no nos la meten doblada, nos
tiran una carga de profundidad (opcionalmente alguno se va por ahí a tirar una
bomba de vez en cuando).
Desde pequeños, los niños, por norma, suelen ir empapándose
de este lenguaje, mediante las películas, los videojuegos y juegos al aire
libre. Todo ello encaminado hacia la juventud donde, en vez de un subidón de
adrenalina, tienen un subidón de hormonas.
Estos subidones hacen que los grupos de amigos pasen a ser
escuadras o pelotones, mientras que el enemigo, por muy pocos miembros que sean,
siempre parece un regimiento.
Ejemplo de actuaciones pseudocastrenses es el siguiente:
Los servicios de poca información y nula inteligencia
intentaban, sin éxito, adivinar las estrategias del bando enemigo, con
incursiones de comandos camuflados, exploradores y servicios de escucha, tan
nefastos, que nadie sabe cómo, pero estos servicios nunca funcionaban, ya que
la información obtenida solía tender hacia temas intrascendentes sobre
indumentarias y otras patrañas.
El pelotón, siempre valiente él, se dedicaba a hacer
desfiles atléticos corriendo detrás de un balón, intercambiando, entre patada y
patada, algún que otro comentario tan poco útil como la información obtenida
por los servicios de desinformación que, por no conseguir, no obtenía ni las
cotas donde poder hacer un fuego de barrera.
Ya, a la puesta del sol, empezaba a cuadrarse la estrategia,
con el reparto de las tareas de intendencia y sincronización de relojes, así
como la equipación y el camuflaje. Aquí, hacemos una aparte, establecemos la
diferenciación entre la intendencia física y metafísica, porque la
sincronización de relojes nunca era eficaz, hasta que el intendente de turno
llegaba, tarde, mal y siempre.
Mientras la espera del intendente se prolongaba, alguno que
otro lanzaba consignas y gritos de supuesta enervación de la tropa. Gritos
totalmente contraproducentes al producir en los apenas barbados combatientes
una presión y un nerviosismo que les llevaba al nivel de ansiedad, empezando a
dar buena cuenta y antes de lo esperado, los pertrechos de la intendencia.
Los primeros compases del combate siempre se hacían con una
agilidad de movimientos dignos de las maniobras anteriormente descritas en los
desfiles detrás de un balón. Mientras unos buscaban el hueco en la barra, otros
se aprestaban a posicionarse en un lugar elevado, si lo hubiera, donde
establecer el puesto de mando.
Una vez todo el pelotón en el puesto de mando y viendo la
cantidad de regimientos que lo cercaban, entre pitos y flautas, se producía un
movimiento defensivo y atrincheramiento compuesto por sillas, mesas, banquetas
y mesas de billar, empezando las discusiones, a voz en grito, unas veces de
temas estudiantiles y, otras, de temas deportivos (así de básica era la tropa y
sigue siendo), hasta que se conseguía establecer cierto orden y empezar a maquinar
las grandes estrategias, las maniobras de distracción y los fuegos de
cobertura, así como el sistema de comunicación (básicamente reducido a codazos
disimulados y el arqueo de cejas, alguno más avispado intentaba complicarlo
con las reglas de mus, pero ya era tarde…), en estas estrategias siempre
aparecía algún salvaje que hablaba de entrar a degüello y calando bayonetas.
Después de levantar el campamento reiteradamente en búsqueda
de nuevos frentes, en algunos casos con las bajas ante el enemigo (merecedoras
de la Medalla de Honor al día siguiente), las demostraciones de cobardía ante
el enemigo (merecedoras de la licencia con deshonor temporal al día siguiente),
las bajas por causas naturales de los pertrechos (no merece ningún comentario),
al final se producía una vergonzosa retirada estratégica a los cuarteles
nocturnos entonando con más pena que gloria alguna que otra marcha militar, porque
la vergüenza de la retirada de las primeras batallas de los poco barbados
combatientes no era, todavía, capaz de desilusionar un futuro cercano de nuevos
combates, nuevos desfiles y la confraternización con sus camaradas del frente,
les permitía decir:
¡Semper Fidelis!
¡Ua!
Estimado Sr. Domingo, o quizás mejor, estimado soldado:
ResponderEliminarDespués de leer su post he sentido una mezcla de alegría y tristeza. Me explico, alegría por recordar viejas batallas, viejas incursiones en el campo enemigo... pero tristeza porque, sinceramente, de su post se respira que nunca se ganaba ninguna batalla.
Y sinceramente, hasta en Vietnam, donde se perdió la guerra, sin embargo alguna batalla (o al menos escaramuza) se ganó, verdad?..
Pues aunque he leído su Vietnam particular, al menos debería haber hecho mención a aquellas batallas en las que la tropa, con la moral bien alta, se retiraba a saborear la victoria y a contar los detalles de la misma, cual trobadores medievales: el merecido descanso del guerrero se compaginaba con un "día de después" glorioso, grande, envidiado a la par que fugaz....
Pero sería absurdo negarlo o pasar tan sutilmente por esas victorias que han alimentado las fuerzas para la batalla semanal.
No está mal su post, soldado Domingo, si bien deja un sabor agridulce, transmitiendo un sentimiento cuasiperdedor el cual, sinceramente, no creo que sea así.
Le insto a completar la segunda parte de este post con una visión general (que no inflada) donde al menos, se recojan los efectos colaterales a la gran victoria (sean pequeñas escaramuzas o, para el que lo haya logrado, la victoria en la madre de todas las batallas).
Y por supuesto... Semper Fidelis.
Recordando el pasado... UUAaaaa!!
CHACAL.
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ResponderEliminardESPUES DEUN COMENTARIO FUERA DE LUGAR , SOLO ME QUEDA ANIMARTE A SEGUIR ESCRIBIENDO
EliminarEstimado foro:
ResponderEliminarHe tratado de buscar una justificación a la grave e injustificada falta ortógrafica cometida en mi comentario... Incluso he pensado en decir que "en mi intimidad hablo catalán..." (Un trobador és un poeta cantor de l'Edat mitjana que crea composicions literàries i musicals, destinades a ser difoses pel cant dels joglars.)
Pero no. Hay que apechugar. Si al Sr. Domingo le doy caña por sus puntuales pestiños post-ales, creo que es justo que pida públicas disculpas por escribir trovador con "b".
En cuanto firme este pequeño comentario suplicatorio para la no quema y lapidación, me aplicaré el cilicio en su máximo rigor, a fin de purgar mis pecados ortográficos y alcanzar así la paz interior.
Mea culpa.
CHACAL.
Te entiendo Domingo, yo hice la mili... Pero ahora estoy en la reserva.
ResponderEliminarMiles Gloriosus... Bonito nombre Domingo para este tema. En fin ¿a que llamamos victoria? y ¿a qué llamamos derrota?. Todo depende del cumplimiento o no del objetivo de nuestra misión. Generalmente las misiones comienzan en un reconocimiento del terreno, estudio del enemigo, toma de valor (la siguiente copa y entro), despliegue de fuerzas (yo bailo mejor que Travolta en Saturday Night Fever), y canto mejor que Frank Sinatra (por que yo lo valgo).... Resultado: el enemigo lo decide... (generalmente esto es derrota).
ResponderEliminarOtras misiones se quedan estancadas en la toma de valor. (Esto siempre es derrota).
Pero cuando realmente un soldado triunfa es cuando se aisla del batallón, muerde su cuchillo entre los dientes, salta la barricada, y afronta el enemigo en solitario. Eso es victoria (que funcione o no, depende de tu listón, y de tus habilidades para abatir al enemigo).
Pero me ha gustado Domingo, me recuerda a viejos tiempos (generalmente de derrota). Pero con algunas victorias como no ¡¡.
Firmado por: "El emigrante".