viernes, 30 de noviembre de 2012

El cansancio de la crisis II: Soluciones Rurales


Las perras, cuando tienen una camada, al principio se comportan de una manera muy celosa y vigilante durante el primer mes, pero, en cuanto crecen un poco los cachorros, comienzan a cansarse de la insistencia de los mamones, porque ya se acaba la leche materna y les han empezado a salir los dientes. Termina la perra de sus cachorros hasta las narices, en este caso, hasta el hocico.

Como la perra en el último momento, estamos todos hasta las mismísimas de los políticos que se comportan como cachorrillos eternos e insaciables, cuyo objetivo en la vida, la de los cachorrillos, gira en torno a mamar de la ubre, importándoles poco o nada otra cosa diferente. Y todos nosotros, a los que maman los llamamos… Pues eso.

(Tema aparte es que se asocie a los cachorros como unas criaturas graciosas e inocentes, nadie se imagina tener a un político como mascota, de tal forma que la campaña de “Él nunca lo haría” se convertiría en “Hazlo, hazlo con saña”).

Y como todos los que maman no nos inspiran la más mínima confianza y es mejor dárselo mascadito, no se nos vayan a lastimar sus encías sólo aptas para tareas succionantes, vamos a intentar proponer algunas ideas, para, iluso de mí, si alguno se puede sentir aludido y, lo más importante, que se ponga por la labor
.
Ya está bien de tanto ver el problema de la crisis, ya está bien de que cada tertulia se convierta en una “reunión de sabios”, donde es común que se llegue, en la mayoría de las ocasiones, a la misma conclusión: que los políticos no ponen de su parte o sólo una ínfima y (ya en los postres con la copa o alguna más) que se caldee el ambiente y vaya acompañado de flores varias, epítetos (des)calificativos y rememoraciones de árboles genealógicos.

Aun así, sabemos que las soluciones que a todos se nos llena la boca no son ni rápidas, ni fáciles, pero sí muy gravosas (para los de siempre) y, como no están en nuestras manos, casi mejor ni preocuparse en plantearlas. A ver si no de qué nos va a servir decir que se recorten privilegios, embajadas o televisiones públicas, si sabemos que los sueños nunca se cumplen, es más fácil que se cumplan las pesadillas.

Olvidemos, por un momento, a estos seres y veamos qué se puede hacer por las consecuencias más graves del problema y que son: los desahucios y el pasar hambre (aparte del desempleo).

Cuando uno ve los dramas de los desahucios y todas las personas en los corredores sociales, no puede evitar pensar en la insistencia de la gente en vivir en las ciudades, como si vivir en una ciudad fuera lo mejor del mundo y piensa que por qué no se intenta revertir de tanto urbanita y proponer volver a repoblar los cientos de pueblos fantasmas con planes de apoyo sociales, con planes de cultivo y autoabastecimiento y con algunas cosas más que puedan añadir mentes más preparadas que la mía. Sé también que tiene sus inconvenientes, como puede ser convertir esos pueblos en pequeños guetos de personas non gratas, pero no hay solución perfecta.

De la misma manera, podría plantear por qué no se pide una prestación a los parados, si somos tan europeos para unas cosas, que por mucho que digan que se pueda utilizar como sustitución de un empleado en plenas condiciones por otro camuflado en prestación social. Cierto que lo habría, pero también existen bastantes ejemplos, en el ámbito rural, que qué van a sustituir si nadie lo hace. Hablamos de limpieza de cunetas, hablamos de limpieza de monte bajo. ¿Nadie ve las ventajas de esa prestación? Un trabajo al aire libre, ejercicio, mente ocupada, sinónimo de salud (con la reducción potencial de servicios sanitarios por depresiones, sedentarismos y otras que se puedan dar).

Sé que es una utopía, pero por intentar encontrar soluciones que no quede, que lamentos ya ha habido muchos.

Pero lo verdaderamente utópico, es el llegar a ver que los políticos españoles, sean de la cuerda que sean, aúnan sus esfuerzos para mejorar la situación y se olviden de que sus votantes no vayan a votarles y les boten de sus mamandurrias por verles hacer piña con los políticos del color contrario.

Si es que lo único que tenemos claro, lo único que sabemos todos de las soluciones rurales, lo que de verdad sabemos es que nuestros políticos son muy de pueblo, muy rurales, o sea, unos catetos.

miércoles, 31 de octubre de 2012

La atrofia

Llevo más de tres horas, entre que me levanto y me siento, entre que ceno y me siento, entre que me levanto de un sitio y me vuelto a sentar en otro, mirando un folio en blanco. He empezado tres veces, con tres comienzos a cual más entretenido.

Si es que, cuando no sale, no sale y lo que sale no es publicable. Es el típico bloqueo de quien tiene la mente en otro lado, de otras preocupaciones y ninguna motivación en realizar algo concreto.

Me da coraje tener que poner ésto y si el blog fuera una especie de fuente de autoayuda, estaría diciendo alguno que hay que exorcizar los demonios o intentar producir una catarsis de la desmotivación hasta encontrar el punto donde se vuelque la caída. Pero como este blog no es de autoayuda, que la busquen en otro lado.

Faltaría más.

Esta sensación, como la pescadilla, es de vacío, de desgana, de dejadez, de vagancia, menos mal que no de fatiga mental, porque menudo cuadro, y en estas estoy con el desánimo de publicar nada, aunque sabiendo que sólo toca esperar que se pase mientras uno se dedica a otras cosas.

A día de hoy prefiero leer lo que publican otros más que publicar lo que otros no lean.

Y sé, que ya va siendo la hora de decir, basta. Sin haber llegado a plañido lastimero, es momento de cambios, de búsqueda de distintas disciplinas, porque lo que lleva mucho sin arreglarse, como no se ponga de parte de cada uno, poco se va a arreglar.




domingo, 30 de septiembre de 2012

Confusión

Hoy estoy confuso. Confuso y sin ganas. Confuso de qué escribir y hasta tal punto llega mi confusión que iba a titular el post como "el síndrome del tapón en el culo", definición fina y libre, para definir hasta qué punto el querer escribir algo y tener mil cosas que contar a la vez, de mil temáticas diferentes, le llevan a uno a tal lugar que lo único que le produce es un embotamiento del pensamiento y un entaponamiento mental de dimensiones inimaginables.

Como no existe laxante mental inmediato, ni conductos unidireccionales que indiquen el camino a seguir, no me queda más remedio que regodearme en mi confusión, como el cerdo se revuelca en su porqueriza, panza arriba, panza abajo.

Pero, claro, uno no puede ponerse con tantas "finuras" a describir la típica ensaimada mental, ni la frustración que produce saber que hay que hacer algo, sin ganas, aún sabiendo que es capaz y, lo que es peor, aún sabiendo que lo que le va a salir, le va a salir mal y a disgusto.

La frustración de tener delante el papel y no querer repetirse en lo ya escrito. El lamentar que, igual, tanto exceso de originalidad también puede producir un vacío, llamémosle creativo, por llamarlo de alguna manera, sobre todo al que tiene que escribirlo y que se está negando a escribir de lo mismo, lo que acaba pasándole factura e introduciéndole en una espiral de ideas que, al final, no le llevan a ningún lado, ni a buen fin.

Y en este lamento, pobre lamento, sé que si tuviera ganas de esperar, como siempre que me pongo, llegaría el tema, la frase, el ritmo y las cadencias, pero hoy, ya, no es que me haya dado por vencido, es que no me da la gana de esperar, porque en estas de la confusión, siempre nos queda la lección, la lección de que al enfrentarse el folio en blanco y blanca que se nos quede la mente, cojamos aire, recojamos los papeles, apaguemos y nos digamos que mañana será otro día, otro día para intentarlo.

viernes, 31 de agosto de 2012

Confesiones literarias


El fin de semana pasado, pensando en este post y la elaboración del guión del libro, hice planes sobre el proponerme escribir un post de diez páginas, como demostración personal de que soy capaz de escribir largo y tendido de un tema, sin perder el hilo y consiguiendo mantener la atención del que me lea. Como en el momento en que estaba pensándolo me encontraba más tendido que sentado, decidí permanecer en la misma posición placentera, con la consiguiente siesta de pijama consabida.

Por ello me encuentro hoy en la misma situación de siempre (para tranquilidad de mis pocos lectores, su sufrida lectura se reduce a una página), como acostumbro, continuo con el lema de lo breve si bueno, dos veces bueno, aunque sólo sea bueno por breve, nada más. Os comento los comederos de cabeza que puede dar lugar sólo el plantear el guión de una novela, por más que sea para autoconsumo, novela al fin y al cabo. También adelanto que estoy por decantarme por dos temáticas, náutica o bélica.

Porque en esto del escribir, pienso que es algo muy personal, marcado por la imaginación, el conocimiento, la curiosidad por saber de algo nuevo y, por supuesto, las vivencias personales y el carácter de cada uno, que siempre se va a ver reflejado en todo lo que se expone, sea un post, una carta, un ensayo o una novela de autoconsumo.

En el siguiente paso que estoy dando,  lentamente, como en las carreras que me suelo dar, (dignas de calificativos de velocistas jamaicanos tan reconocidos, como la Duquesa de Alba y Manolo Caracol) es ya establecer los hilos de los ocho o diez capítulos del protagonista, el entorno en que quiero enmarcarlo y el resto…ya se irá ampliando a medida que vaya redactándolo.

Al ser novel este que escribe, no puede dejar de dudar, sobre todo en qué demonios puede inventarse y que pueda llegar a interesar, porque si es cierto lo que habla de reflejar vivencias, en la vida ha pegado un tiro y apenas su experiencia náutica es de agua dulce o marinero en tierra.

Además pienso que qué puedo contar cuando ya está todo inventado, que leyendo a los autores modernos, ve mucho de estilo barroco o rococó, que me hace considerar que mi estilo es del cocorocó.

Estas dudas me llevan a unas cuantas autoconfesiones: 
  •  ¿He hecho la mili? En mi vida he cogido un fusil.
  •  ¿He vivido aventuras náuticas? He patroneado por la Bahía de Santander y por la de Cádiz unas cuantas veces. 
  • ¿He vivido alguna aventura original? He ido a la playa mucho (ya sé, ya sé…). 
  • ¿He conocido mundo? He conocido a mucha gente, casi demasiada y no he visto más que ambiciones, bajezas y falsedades y, algunas, pocas, demasiado pocas, dignas de mención (aunque bien sabemos todos que con estas pocas suficiente).

Terminada esta ligera autoconfesión, está clara la tendencia literaria y hacia dónde orientarla, aunque dar un tono positivo ante tanto aspecto negativo que nos rodea es una tarea complicada, pero, para ello, me planteo tres cosas después de hacer el guión: disciplina, disciplina y disciplina; y, una cuarta, sólo escribir en aquellos días donde el sentarse y ponerse delante del papel no sea más que un placer, aunque sólo sea por el placer de leerme a mí mismo.

martes, 31 de julio de 2012

El quejica


Iba a dedicar este post a meterme con el colectivo de mujeres, tal y como prometí a una de mis admiradoras, admiradora que no sé por qué, porque leerme no me lee, pero, entre que llego estresado y no está ya uno para perder las emocionantes conversaciones que mantiene con las mujeres (básicamente, hola y adiós) mejor que me dedique a otro menester y lo deje aparcado para tranquilidad de mis… admiradoras.

Lo que pasa es que uno lo que quiere ahora mismo es descansar, tranquilidad y tomarse un helado, como para meterse en camisa de once varas con tanta leona que le rodea, y también leones, porque lo que suele ocurrir es que, si no hay problemas, se los inventan y, si los hay, se reproducen de forma endógena (para los acémilas o burretes, que se reproducen solas) y, si no hay, ya nos aparecerá el ofendido de turno a torturarnos con sus reivindicaciones.

Porque aquí el que no reivindica es porque no quiere, estamos rodeados por -¿o somos?- una pandilla de quejicas por doquier, que a ver quién es el pocholo que no se queja, si se trabaja, porque se trabaja y si no, porque no. Si se cobra porque se cobra tarde y/o mal y si no se cobra…ejem, sin comentarios -aparcamos el tema laboral también- . Si hace calor, porque hace calor, si la niña no se comporta, porque la niña…y así hasta la saciedad.

Y se fatiga uno, se fatiga hasta el extremo de que sólo intuir una queja, ya se le crispan los nervios, le pone de mal humor y le bloquea el entendimiento. Y con estos calores, lo que menos se desea es más acaloramiento que, palabrita, frío lo que se dice frío, no hace.

Y si, entre tanta queja, llega algún comentario positivo, está uno tan metido en la inercia de la queja, que piensa que “este o es tonto o se lo hace” (válido en femenino, también) o “qué intereses soterrados puede llegar a ocultar”.

Yo me quejo, lo reconozco, me quejo mucho, pero me quejo a sabiendas de que tengo razón, que siempre la tengo, que aunque quejica, nadie ha dicho que sea incompatible con el ejercicio de la chulería. Lo que pasa es que cada queja significa que existe un problema y, si el problema está en nuestras manos y persistimos en la queja, aparte de llegar a la situación de “este no es que se haga el tonto, es que lo es”, aparte, digo, es que o no nos da la gana de arreglarlo o la solución no nos convence y preferimos guarecernos en la queja y, también, regodearnos en ella (en definitiva, que se es tonto).

Así que, ¿para qué sirve quejarse? Para nada. Además que quejarse, hablar mal de la gente e incidir en aspectos negativos, lo único que va a producir es una mal disposición nuestra hacia las situaciones y las personas (consejo de autoayuda gratuito, de nada).

Aunque la queja tiene su efecto relajante, en el sentido de que es mejor quejarse que empezar a dar guantás, proporciona una vía de escape al quejica y sus incomodidades, sólo que somos los demás quienes tenemos que aguantar el runrún.

Ahora vas…y te quejas.

sábado, 30 de junio de 2012

De dedicatorias y otras monsergas


Aquí estoy, de nuevo, en mi particular prueba de vida mensual, en este secuestro en el que se ha convertido escribir un post sobre el escribir un libro, en el presupuesto de que lo llegue a escribir. De tal manera se ha convertido en una prueba de vida en el que todo aquél que siente la más remota curiosidad por saber de mí, curiosea a ver qué cuento cuenta el contador de cuentos, por no decir el cuentista.

Hablando del libro, alguno e, incluso, yo mismo ya estamos empezando a decir que mucha monserga y mucha pamplina, pero ni una simple letra, ni un mero bosquejo y ni un simple esquema he llegado a desarrollar, aunque pensar en ello lo he hecho mucho, que quede claro. Por autoestima no será, bien alimentada la tengo, que sé que lo voy a escribir, lo que no sé es a qué estoy esperando, porque lo que es la inspiración no llega por ningún lado y mis musas se han tomado vacaciones indefinidas, pero ya va siendo hora de que deje de marear la perdiz a unos y a otras.

Lamentable o afortunadamente, según se mire, no he hecho nada más que pensar, de la misma manera que cuando me voy a poner a escribir un post, ni escribo ideas previas, ni nada, sólo pienso y pienso y pienso. ¿Y qué se me pasa por la cabeza en esos momentos breves? Pues detalles que puedo poner, alguna frase medio trabajada y el contexto en el que lo voy a exponer, pero en absoluto hago anotaciones previas, son ideas que puede que lleguen a plasmarse o, lo más fácil, que se pierdan en el olvido del sueño.

En el fondo, lo que suele motivarme a escribir un post, este mismo por ejemplo, es encontrarme con el agua al cuello y la próxima expiración del plazo (hoy a las 23:59:59) y de la misma manera me encontraré con el libro, el tiempo, que no perdona, pero heridas cura (mira que me gusta el Time heals every wound) me obligará a sentarme, para no hacer el ridículo más escandaloso que me pueda imaginar. Por eso nunca me ha gustado difundir mis proyectos, porque desde el mismo momento en que abro la boca, desde ese mismo instante empiezan a diluirse todas las energías y buenas predisposiciones que haya podido acumular hasta el instante previo de abrir mi hermosa boquita.

De todas formas, esta motivación forzada por la más que posible finalización del plazo (llevo medio año y me queda la otra mitad), no es del todo mala aunque sí un pelín improvisada.

Para no quedar del todo mal, ya tengo las dedicatorias o, al menos, sí estoy dándole vueltas. Y es que el mundo de la dedicatoria no es fácil, no. La dedicatoria puede llegar a ser más complicada que el mayor logro que se pueda conseguir, porque, mientras se está en ello, suele primar el esfuerzo personal y la dedicación de propios y ajenos, pero ¡ay, como se consiga!, en ese momento, empieza uno a plantearse a quién agradecer y a quienes no.

Lo primero que puede plantear alguno suelen ser las dedicatorias clásicas, a la familia, a la pareja o al amigo del alma, también a todos los que participaron en el proyecto. Suelen ser dedicatorias que pasan al olvido por comunes. Luego todos recordamos el santoral castellano-manchego de Almodóvar, un gesto de genialidad, según algunos, y originalidad, según casi todos, que ha hecho que no se olvide. En el polo opuesto de Almodóvar podríamos poner a Fernando Trueba, con su reconocimiento de agnosticismo y su creencia en Mr. Wilder, dedicatoria un tanto fuera de contexto por exceso de pomposidad en un entorno no del todo claro de ser entendido. El que busque que le recuerden por la dedicatoria (aparte de por el logro, evidentemente) debería situarse en el escenario donde se vaya a exponer y ser claras de entender.

Pero todo lo dicho, no debe ofuscar el objetivo prioritario de la dedicatoria, si uno lo dedica, es para que el receptor de la misma sepa apreciar el gesto hacia él, independientemente de que el resto de los que le rodeen lo olviden al momento, ya que quienes no lo olvidarán serán aquéllos a quienes vaya dirigido.

Dedicado a todos aquéllos que dedican cinco minutos de su vida a leer mis escritos y dedicado, especialmente, a Chacal y a El Emigrante, seguidores confesos.

jueves, 31 de mayo de 2012

El cansancio de la crisis


A estas alturas del partido no va a ser uno quien diga que estamos en crisis, faltaría más, lo que sí es que estamos más que hartos de las oscilaciones de la prima, del IBEX y de tanto analista, gurú económico o como se quiera llamar el chaval de turno, que mucho lado oscuro, pero ninguna solución aplicable, cosa que está dejando a los economistas a la altura del betún.

Andamos cansados de tantos políticos y gestores corruptos que se van de rositas bien indemnizados de por vida y de las pocas responsabilidades que se reclaman y, mucho menos, se asumen. La verdad es que nos han tomado por tontos, pero de los de campeonato, cuando somos la gran mayoría los que asumimos sin rechistar las medidas correctivas que están aplicando, pero queremos ver actitudes en todos, no sólo los de siempre. Muchas de las protestas por los recortes perderían seguimiento si, además, recortaran las mil y unas tonterías que pululan por las administraciones. Somos mayoría los que lo pensamos, indistintamente del color político. Por ejemplo, ¿qué utilidad tiene el Senado? Que alguien vaya y nos lo explique.

Este cansancio que tenemos, si nos paramos a pensar, es que no deja de estar bien alimentado. A todas horas y por todos los medios, nos llegan, una tras otra, las malas noticias, y, como todo lo que se repite, acaba calando en los ánimos y en las percepciones. Tenemos empacho de crisis, de índices, de números, pero…¿es en el fondo tan importante la crisis como para que estén intentando angustiar tanto al personal? Porque, desde luego, parece que hay un regodeo masoquista en revolcarse en ella, que hoy es malo, mañana peor, ¡yupi!.

¿Qué mas da si existe el riesgo de que nos intervengan? ¿Qué mas da si nos echan del euro? ¿Acaso se va a acabar el mundo?

Hace años, en Santander, me cruzaba todos los días con una pintada que decía “anticipation of death is worst than death itself”, esto es lo que está ocurriendo, el “temor a”, está haciendo más daño que el hacer las cuentas bien y claras, con su plan específico, creíble y sin trampas. Ese intento de angustiarnos e indignarnos, sobre todo, del temor a perder el status, el no poder poseer más bienes, no poder viajar, no poder ir a cenar a un restaurante de postín… Parecemos idiotas.

Igual sea ya el momento de empezar a no preocuparse demasiado, lo justo, intentar sortear las dificultades del mejor modo posible, porque, si algo es cierto, es que todo lo malo tiene su lado positivo. Nos creímos ricos, siendo pobres, pues habrá que vivir como tales y disfrutar de las pequeñas cosas que vayamos consiguiendo. Como decía Molina, es que no sabemos lo que es pasar dificultades (y si alguna vez lo supimos, lo hemos olvidado) y fácilmente nos hemos acomodado.

Acabaremos dando las gracias a la crisis e, incluso, a decir que la crisis ya no existe, porque algo con lo que se convive diariamente, no es una crisis, es la normalidad.

Mirando el lado positivo, empiezo a respirar tranquilo, porque ya no me querrán por dinero.

lunes, 30 de abril de 2012

Pensando la temática


Continuando con el relato apasionante de la redacción del libro del demonio, llega un momento en que uno se tiene que plantear qué escribir, porque después de dos meses perfeccionando sus conocimientos de arqueología (yacimiento boca arriba, yacimiento boca abajo o, incluso, de costado) ya va siendo hora.

A uno como yo que, sin la más mínima humildad, reconoce que sabe de mucho, pero que nunca ha sentido la necesidad de demostrar que lo sabe, ya que se presupone, le produce una cierta ofuscación encontrar alguna temática que pueda despertar el interés en los cuatro que le leen. Por lo que, en vez de tenerlo claro, estoy hecho un lío y tendiendo a la eliminación de temas y estilos.

Afortunadamente, por esos conocimientos de arqueología adquiridos, todavía no he tenido el síndrome de la página en blanco. Aunque la idea que tengo es más esquemática, un inicio y un fin, una idea que se quiere contar y luego ya veremos. Resumiendo, es como el anuncio de las cucarachas que nacen, crecen, se reproducen, mueren y desaparecen, lo que hay que hacer es meter luego muchas cucarachas.

Puestos ya en el proceso de eliminación, está claro que lo que no haré será escribir una novela romántica, la explicación es bien sencilla: tres millones cuatrocientos setenta y siete mil novecientos cincuenta y tres mujeres (una arriba, una abajo), ni qué decir tiene seguidoras apasionadas de mis lúcidos escritos, han declarado, por pasiva más que por activa, que este que escribe es más soso que la mojama y otros calificativos, por cuyos motivos no son para exponerlos públicamente.

Y aunque uno pueda pensar que tres millones cuatrocientos setenta y siete mil novecientos cincuenta y tres mujeres (una arriba, una abajo), puedan estar no del todo acertadas, piensa que el concepto de romanticismo está tan plagado de clichés y puestas del sol que es tanto sol que ciega la realidad de los momentos pseudorománticos estereotipados. Por tanto, seguirá manteniendo esa alegría de la huerta que tanto entusiasma a tres millones cuatrocientos setenta y siete mil novecientos cincuenta y tres mujeres (una arriba, una abajo).

Volviendo a las temáticas he empezado a vislumbrar la idea de lo que quiero hacer. Para ello voy a estar dos meses entrenando, por decirlo de alguna manera, mediante la realización de algún que otro relato corto. Eso por un lado. Por otro, intentaré que no sea nada serio ni oscuro. Algo que desprenda positivismo, algo que sea sencillo de leer y que no produzca excesivos esfuerzos mentales. Algo que, de tan sencillo, resultará muy complicado.

Me insisten en que siga la línea de la tapa del inodoro, momento culminante de mis gracietas, a esos les digo que mis conocimientos de arqueología me permiten explotarlo, que uno es experto en la fosilización de calcetines, pero que no ha querido abusar al intentar cubrir distintos temas y no le gusta encasillarse, pero que dado los momentos de crisis que vivimos, en que todas las cosas son grises, intentará darle un punto esperanzador y, a ser posible, medio gracioso. Pero paraos a pensar que a quién le puede interesar las dificultades que puede tener uno en encontrar dos calcetines de la misma textura y del mismo color a las siete y media de la mañana.

sábado, 31 de marzo de 2012

Dicen las malas lenguas


Y dicen y dicen y es que no se callan. Si es que los que nos rodean no paran de criticar ni hablar mal de los demás (rara es la vez en que sale algo potable de sus boquitas de miel) y no se cansan. Si por algo dicen que el deporte nacional es el cotilleo, eso de que la gente quiera ser ingenieros o abogados es un cuento chino, lo que de verdad quieren ser es    POR    TE    RA.

Desde luego que es difícil el encontrar un término medio. En este asunto no se salva nadie, lo reconozco, yo, tampoco, pero una cosa es hablar por hablar, por ejemplo, para saber cómo está X y otra muy distinta es que te lean el dossier del tal X, que lo primero que te enteras es de todo lo malo, que si es un bujarrón o una nenaza, como si le gusta vestirse de enfermera en sus ratos libres.  ¿Y a mí qué?

Uno con un poco de paciencia puede llegar a conocer hasta el historial clínico y penal de una persona sin necesidad de llegar a tener ni el más mínimo contacto con ella. No os digo nada si la persona es, lo que se suele decir, de éxito. Si está saliendo con alguien “en condiciones”, pues busca un braguetazo y si se ha casado con un pibón…de fondo se va a oir “…tan grandes como la Sagrada Familia, se los va a poner”.

En el fondo, los motivos por los que ocurre todo esto son la envidia y el creer poseer una superioridad moral con respeto a los demás. A estos elementos les encanta acumular información para valorar y juzgar a los demás, según un rasero que ellos mismos establecen (y vaya usted a saber de dónde lo han sacado).

Estos son los que criticando la fealdad física, no se han mirado en su puñetera vida al espejo. Los que sólo viven para querer saber, los que se angustian por saber la de mierdas que se cocinan en la casa ajena, sin querer reconocer que el tufo viene de la suya propia. Asqueándose de los defectos ajenos sin siquiera verse los propios y queriendo parapetar su superioridad moral en una pátina que les otorga ciertas prácticas religiosas. O laicas, también.

No es por criticar, pero son unos FARISEOS.

De todas formas, estas prácticas no se pueden evitar, pero, como todos los excesos, saturan y dan asco. Un poco es hasta saludable, aunque sólo sea por echar unas risas, a costa de los demás, pero te las echas  -y que se fastidien-. Porque, ¿quién no se ha reído de aquella vez que uno que oía mal confundió Cardiff por Cádiz (y grasia a dió que no era él el que se iba de viaje, que si no mira dónde acaba)?, ¿o del pimpollo a quién una ola arrancó el bañador y se pasó cinco horas, cinco, nadando con el culo al aire hasta que se puso el sol (y así de arrugado debió salir)? Pero, como veis, estos ejemplos son inofensivos, salvo que se utilicen de forma hiriente.

Como estas prácticas no se pueden corregir ni erradicar, intentemos sacarle algo de partido. La rumorología está ahí, con la información latente, esperando que nos enteremos que aquél que tanto presume es una fantasma de medio pelo, que aquélla a quién echamos el ojo hace que Stalin sea una hermanita de la caridad, porque el rumor, como el río, fundamentos tiene, pero intentemos no maldisponernos antes de conocer, porque quién sabe los problemas que puede tener quien nos lo está diciendo, como aquel tipo tan raro que tanto sabe del manicomio y es, evidentemente, por haber estado en él.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Empezamos bien


Aquí estoy, dándole vueltas a toda una sensación de haberme metido en un buen berenjenal.

Me explico.

Allá por septiembre se llegó a la conclusión de que, para revitalizar el retoblogger, cada uno de los distintos participantes debería plantear un objetivo personal, a cumplir a lo largo de este año. A un servidor no se le ha ocurrido otra fabulosa idea que intentar escribir un libro. Menuda boca la mía.

A pesar de ser totalmente reacio a publicar nada personal en el blog sobre algo que tenga que hacer o haya hecho, he llegado a la conclusión de que tampoco es para tanto, pues mis contados seguidores, que no admiradores, son tan pocos que casi que me leen con un sentido de la obligación y ningún sentido del placer. Haré una excepción durante seis post este año e intentaré explicar los avatares que pueden dar lugar en la escritura del dichoso libro.

¿Por qué un libro?

De entrada me decanté por ello, sencillamente, por la dificultad intelectual que conlleva y reconozco que, si lo llego a terminar, será un pastiche infumable, una vergüenza para el mundo de las letras y un motivo de carcajeo público, pero como seré el primer juez yo mismo, antes de entregarlo a la inquisición retobloggeril, así que tan tranquilo.

He preferido un reto intelectual, por un motivo muy sencillo: creo haber perdido facultades mentales. Ahora saldrá el listo o la lista de turno diciendo “éso ya lo sabía yo” o “no se puede perder lo que no se tiene”, en fin… Al (¿tener la suerte?) de trabajar en una fábrica, aun siendo un puesto dinámico, es cierto que se llega a convertir, como todas las actividades repetitivas, en un entorno limitado para el desarrollo psíquico, y esas limitaciones hacen que las facultades mentales se reduzcan o atenúen. Entre escoger un reto físico y uno mental, he visto que era más factible el físico y no por razones de ser un portento, sino porque la dificultad es mayor, desde mi inapelable opinión.

Ello no quiere menoscabar el reto de mis competidores, porque, los que han escogido retos físicos, han sabido calibrar entre un objetivo fácil y otro desmesurado, sólo conseguibles con grandes dosis de entrenamiento y disciplina. En el fondo, creo que todos nos encontramos a estas alturas del año, en que los demás suben una colina y nuestro reto personal es un ascenso al Everest, sin ayudas, sin oxígeno y sin ropa.

Y todos los del reto pensando, mira que somos chulos.

Pues éso, el objetivo es más dirigido a la recuperación y aumento de mis facultades mentales, pero como ese objetivo es imposible de medir, la aventurilla de escribir un libro sólo es la parte medible que no me ha quedado más remedio que afrontar en público y que voy a ir completando mejorando el inglés y el ajedrez. El cerebro es un músculo más y hay que alimentarlo.

Entrenamiento mental, en resumen.

¿Por qué escribir?

Para mí el retoblogger me lo he planteado siempre como una forma de aprender a exponer temas variados de una forma, si no amena, al menos no del todo antipática, que permita terminar al lector con la idea primordial de forma inteligible y clara, cosa que sí creo conseguir. Cosa distinta es que se llegue a conectar, pero todo se reduce a encontrar el entorno o público adecuado.

¿Es difícil escribir?

Sí y no, es una cualidad como otra para la que unos están más capacitados que otros. Si nos ponemos a pensar en los columnistas de opinión, vemos que, al ser su oficio, estas cualidades las van mejorando con el tiempo, es su trabajo. Los amateurs -si es que nos acercamos ni si quiera a eso-, tenemos que adaptarnos a las circunstancias, ya que no es fácil compaginar un trabajo y unas obligaciones que nos pueden absorber casi todo el tiempo, con una o más aficiones y qué decir de un berenjenal gratuito en el que nos hayamos podido meter.

Pero, aún así, hay que intentarlo, para ello hay que conocerse, saber perfectamente cómo nos afecta el entorno en nuestra concentración, que es un factor fundamental a la hora de poner en claro las ideas. Esto no quiere decir que haya que buscar un retiro monacal, ni una soledad de náufrago, sino el saber encontrar el sitio donde mejor le venga a uno la inspiración, esa cosa tan manida, y cómo obviar a los días en los que no se nos ocurra nada. Éstos han sido mis primeros pasos estos dos meses, encontrar o, al menos, reconocer los lugares y las situaciones donde más a gusto se concentre uno y reconocer, también, los momentos en los que es necesario vencer la pereza inicial, como ha ocurrido hoy.

Respecto al formato del libro, que no tiene por qué ser una novela, como se pueda pensar alguno, todavía estoy en ello, pero, después de escribir este post y ver cómo ha sido sentarme y empezar a fluirme las ideas y las palabras, aunque al principio pudiera parecer una ironía, empezamos bien.

lunes, 30 de enero de 2012

Miles Gloriosus (del siglo XX)


El argot y las costumbres castrenses, queramos que no, están fuertemente arraigadas en la sociedad, donde, si no nos la meten doblada, nos tiran una carga de profundidad (opcionalmente alguno se va por ahí a tirar una bomba de vez en cuando).

Desde pequeños, los niños, por norma, suelen ir empapándose de este lenguaje, mediante las películas, los videojuegos y juegos al aire libre. Todo ello encaminado hacia la juventud donde, en vez de un subidón de adrenalina, tienen un subidón de hormonas.

Estos subidones hacen que los grupos de amigos pasen a ser escuadras o pelotones, mientras que el enemigo, por muy pocos miembros que sean, siempre parece un regimiento.

Ejemplo de actuaciones pseudocastrenses es el siguiente:

Los servicios de poca información y nula inteligencia intentaban, sin éxito, adivinar las estrategias del bando enemigo, con incursiones de comandos camuflados, exploradores y servicios de escucha, tan nefastos, que nadie sabe cómo, pero estos servicios nunca funcionaban, ya que la información obtenida solía tender hacia temas intrascendentes sobre indumentarias y otras patrañas.

El pelotón, siempre valiente él, se dedicaba a hacer desfiles atléticos corriendo detrás de un balón, intercambiando, entre patada y patada, algún que otro comentario tan poco útil como la información obtenida por los servicios de desinformación que, por no conseguir, no obtenía ni las cotas donde poder hacer un fuego de barrera.

Ya, a la puesta del sol, empezaba a cuadrarse la estrategia, con el reparto de las tareas de intendencia y sincronización de relojes, así como la equipación y el camuflaje. Aquí, hacemos una aparte, establecemos la diferenciación entre la intendencia física y metafísica, porque la sincronización de relojes nunca era eficaz, hasta que el intendente de turno llegaba, tarde, mal y siempre.

Mientras la espera del intendente se prolongaba, alguno que otro lanzaba consignas y gritos de supuesta enervación de la tropa. Gritos totalmente contraproducentes al producir en los apenas barbados combatientes una presión y un nerviosismo que les llevaba al nivel de ansiedad, empezando a dar buena cuenta y antes de lo esperado, los pertrechos de la intendencia.

Los primeros compases del combate siempre se hacían con una agilidad de movimientos dignos de las maniobras anteriormente descritas en los desfiles detrás de un balón. Mientras unos buscaban el hueco en la barra, otros se aprestaban a posicionarse en un lugar elevado, si lo hubiera, donde establecer el puesto de mando.

Una vez todo el pelotón en el puesto de mando y viendo la cantidad de regimientos que lo cercaban, entre pitos y flautas, se producía un movimiento defensivo y atrincheramiento compuesto por sillas, mesas, banquetas y mesas de billar, empezando las discusiones, a voz en grito, unas veces de temas estudiantiles y, otras, de temas deportivos (así de básica era la tropa y sigue siendo), hasta que se conseguía establecer cierto orden y empezar a maquinar las grandes estrategias, las maniobras de distracción y los fuegos de cobertura, así como el sistema de comunicación (básicamente reducido a codazos disimulados y el arqueo de cejas, alguno más avispado intentaba complicarlo con las reglas de mus, pero ya era tarde…), en estas estrategias siempre aparecía algún salvaje que hablaba de entrar a degüello y calando bayonetas.

Después de levantar el campamento reiteradamente en búsqueda de nuevos frentes, en algunos casos con las bajas ante el enemigo (merecedoras de la Medalla de Honor al día siguiente), las demostraciones de cobardía ante el enemigo (merecedoras de la licencia con deshonor temporal al día siguiente), las bajas por causas naturales de los pertrechos (no merece ningún comentario), al final se producía una vergonzosa retirada estratégica a los cuarteles nocturnos entonando con más pena que gloria alguna que otra marcha militar, porque la vergüenza de la retirada de las primeras batallas de los poco barbados combatientes no era, todavía, capaz de desilusionar un futuro cercano de nuevos combates, nuevos desfiles y la confraternización con sus camaradas del frente, les permitía decir:

¡Semper Fidelis!

¡Ua!

miércoles, 25 de enero de 2012

Tres reglas básicas para escribir un post


Resulta no del todo cierto que uno escribe por amor al arte, aunque, vista la cantidad de seguidores y comentarios positivos que va cosechando, como si lo fuera. Para escribir por amor al arte con un diario personal podría tener suficiente.

A todos nos gusta que nos lean, que haya cierta empatía, polémica o discusión sana con los que dedican un tiempo a leer los post. Y nos gusta tanto como el escribir el que nos dejen comentarios del tipo que suelen proliferar (camuflados en crítica positiva), lo mismo que se nos hagan seguidores y nos difundan.

Pero uno a veces hace lo que puede o lo que humanamente le sale en ese momento, con mayor o mejor acierto, lo que casi es decir, casi ninguno, pero siempre intentando cumplir tres reglas básicas en su procedimiento.
 
1)   Eliminar complejos, una forma drástica de llamarlo, uno no puede autolimitarse con trabas al pensar que lo que expone le pueda gustar a un tal Chacal o a una chacala. Las trabas del ¿les gustará?¿esta expresión no es demasiado inteligente para estos bartolos? ¿se molestará fulanito o menganita? No. Me la trae al pairo. Lo primero es escribir tal y como uno sea, con sus limitaciones de conocimientos. Siendo siempre coherente con esto, la mitad del camino está recorrido.
  
2) Longitud mesurada. Es evidente que hay poco tiempo como para perderlo innecesariamente, tenemos demasiadas ocupaciones como para pretender que alguien lea o nos siga con el apasionamiento que podamos llegar a poner en un tema que nos absorba. Debemos pensar que no a todo el mundo le guste lo mismo que a nosotros, es más, si se acerca algo ya es bastante. Por ello, ¿qué mejor detalle que intentar plasmar lo que se cuenta en algo que se pueda leer en cinco minutos? Es un error pensar que nos van a leer con interés extremo, así como es erróneo pensar que cuanto más se escriba mejor explicado. 
 
3) No abusar de imágenes, links, ni videos. Es cierto que por mi parte ni una triste foto suelo poner, la importancia hay que dársela más a lo que se quiere decir que a lo que se quiere mostrar, salvo que se tenga que mostrar algo. Existe como una ley no escrita de que un post tiene que tener imágenes por obligación, cosa que todavía no he entendido, porque en muchos casos no viene a cuento el pegar tanta foto. Respecto a los links, lo mismo que en el punto anterior, hay que presuponer que hay poco tiempo como para estar rebotando por la web en los dos mil trescientos cincuenta links que pone alguno.

sábado, 21 de enero de 2012

jueves, 19 de enero de 2012

En busca de la habilidad perdida


Últimamente me está costando concentrarme para poder escribir algo en condiciones. Una incongruencia por mi parte, cuando uno de los motivos para escribir un blog era precisamente el simple hecho de escribir sin tener que molestar a nadie con mis escritos.
 
Puede que uno de los motivos sea el que, al cumplir ya dos años de actividad relativamente continua, el objetivo de mantenerlo vivo y aumentar las visitas puedan estar mermando el propio interés inicial. Sin embargo, puede llegar a resultar complicado tener algo que decir con asiduidad o que, al menos esa es la impresión que tengo, después de ocho o diez meses sin ponerse, cueste volver a expresarse en condiciones.
 
Estos días he estado dándole vueltas, dudando, entre escribir por escribir sin excesiva motivación (a ver si entre tanta mierda sale algo decente) o esperar a la llegada de la inspiración. Como  no me he aclarado, he tirado por el camino de en medio, me pongo a escribir y si sale algo medio-medio, pues lo pongo, ya iré ganando soltura.
 
Lo que ocurre a veces es que las dos cosas van a la par. Al establecerse una disciplina en la realización de una actividad (la que sea, la que sea), a medida que se va cogiendo experiencia, se va mejorando la habilidad en la realización de la misma y, a no ser que se sea un negado, cuanto más se haga, hasta se puede llegar a tirar de experiencia.
 
Es este el propósito de los próximos post ir recuperando la habilidad perdida, la que hubiera podido llegar a tener.

martes, 10 de enero de 2012

Empezando el 2012

Este escueto post es el regreso al blog, entretenido que ha estado uno y, por motivos del comienzo del nuevo Reto Blogger IV, no queda más remedio que volver a "entrenar" para hacer alguna que otra entrada ligeramente potable.

Vista la línea que ha seguido este blog, de Historias Industriales no he hablado nada y creo que ya es tarde para retomar el tema original con el que fue pensado al crearse. Aún así, he abierto un nuevo blog que, palabrita, literalmente os volverá locos por lo que os apasiona la literatura técnica organizativa: Organización y Gestión Industrial se llama el nuevo engendro.