sábado, 30 de junio de 2012

De dedicatorias y otras monsergas


Aquí estoy, de nuevo, en mi particular prueba de vida mensual, en este secuestro en el que se ha convertido escribir un post sobre el escribir un libro, en el presupuesto de que lo llegue a escribir. De tal manera se ha convertido en una prueba de vida en el que todo aquél que siente la más remota curiosidad por saber de mí, curiosea a ver qué cuento cuenta el contador de cuentos, por no decir el cuentista.

Hablando del libro, alguno e, incluso, yo mismo ya estamos empezando a decir que mucha monserga y mucha pamplina, pero ni una simple letra, ni un mero bosquejo y ni un simple esquema he llegado a desarrollar, aunque pensar en ello lo he hecho mucho, que quede claro. Por autoestima no será, bien alimentada la tengo, que sé que lo voy a escribir, lo que no sé es a qué estoy esperando, porque lo que es la inspiración no llega por ningún lado y mis musas se han tomado vacaciones indefinidas, pero ya va siendo hora de que deje de marear la perdiz a unos y a otras.

Lamentable o afortunadamente, según se mire, no he hecho nada más que pensar, de la misma manera que cuando me voy a poner a escribir un post, ni escribo ideas previas, ni nada, sólo pienso y pienso y pienso. ¿Y qué se me pasa por la cabeza en esos momentos breves? Pues detalles que puedo poner, alguna frase medio trabajada y el contexto en el que lo voy a exponer, pero en absoluto hago anotaciones previas, son ideas que puede que lleguen a plasmarse o, lo más fácil, que se pierdan en el olvido del sueño.

En el fondo, lo que suele motivarme a escribir un post, este mismo por ejemplo, es encontrarme con el agua al cuello y la próxima expiración del plazo (hoy a las 23:59:59) y de la misma manera me encontraré con el libro, el tiempo, que no perdona, pero heridas cura (mira que me gusta el Time heals every wound) me obligará a sentarme, para no hacer el ridículo más escandaloso que me pueda imaginar. Por eso nunca me ha gustado difundir mis proyectos, porque desde el mismo momento en que abro la boca, desde ese mismo instante empiezan a diluirse todas las energías y buenas predisposiciones que haya podido acumular hasta el instante previo de abrir mi hermosa boquita.

De todas formas, esta motivación forzada por la más que posible finalización del plazo (llevo medio año y me queda la otra mitad), no es del todo mala aunque sí un pelín improvisada.

Para no quedar del todo mal, ya tengo las dedicatorias o, al menos, sí estoy dándole vueltas. Y es que el mundo de la dedicatoria no es fácil, no. La dedicatoria puede llegar a ser más complicada que el mayor logro que se pueda conseguir, porque, mientras se está en ello, suele primar el esfuerzo personal y la dedicación de propios y ajenos, pero ¡ay, como se consiga!, en ese momento, empieza uno a plantearse a quién agradecer y a quienes no.

Lo primero que puede plantear alguno suelen ser las dedicatorias clásicas, a la familia, a la pareja o al amigo del alma, también a todos los que participaron en el proyecto. Suelen ser dedicatorias que pasan al olvido por comunes. Luego todos recordamos el santoral castellano-manchego de Almodóvar, un gesto de genialidad, según algunos, y originalidad, según casi todos, que ha hecho que no se olvide. En el polo opuesto de Almodóvar podríamos poner a Fernando Trueba, con su reconocimiento de agnosticismo y su creencia en Mr. Wilder, dedicatoria un tanto fuera de contexto por exceso de pomposidad en un entorno no del todo claro de ser entendido. El que busque que le recuerden por la dedicatoria (aparte de por el logro, evidentemente) debería situarse en el escenario donde se vaya a exponer y ser claras de entender.

Pero todo lo dicho, no debe ofuscar el objetivo prioritario de la dedicatoria, si uno lo dedica, es para que el receptor de la misma sepa apreciar el gesto hacia él, independientemente de que el resto de los que le rodeen lo olviden al momento, ya que quienes no lo olvidarán serán aquéllos a quienes vaya dirigido.

Dedicado a todos aquéllos que dedican cinco minutos de su vida a leer mis escritos y dedicado, especialmente, a Chacal y a El Emigrante, seguidores confesos.