lunes, 30 de abril de 2012

Pensando la temática


Continuando con el relato apasionante de la redacción del libro del demonio, llega un momento en que uno se tiene que plantear qué escribir, porque después de dos meses perfeccionando sus conocimientos de arqueología (yacimiento boca arriba, yacimiento boca abajo o, incluso, de costado) ya va siendo hora.

A uno como yo que, sin la más mínima humildad, reconoce que sabe de mucho, pero que nunca ha sentido la necesidad de demostrar que lo sabe, ya que se presupone, le produce una cierta ofuscación encontrar alguna temática que pueda despertar el interés en los cuatro que le leen. Por lo que, en vez de tenerlo claro, estoy hecho un lío y tendiendo a la eliminación de temas y estilos.

Afortunadamente, por esos conocimientos de arqueología adquiridos, todavía no he tenido el síndrome de la página en blanco. Aunque la idea que tengo es más esquemática, un inicio y un fin, una idea que se quiere contar y luego ya veremos. Resumiendo, es como el anuncio de las cucarachas que nacen, crecen, se reproducen, mueren y desaparecen, lo que hay que hacer es meter luego muchas cucarachas.

Puestos ya en el proceso de eliminación, está claro que lo que no haré será escribir una novela romántica, la explicación es bien sencilla: tres millones cuatrocientos setenta y siete mil novecientos cincuenta y tres mujeres (una arriba, una abajo), ni qué decir tiene seguidoras apasionadas de mis lúcidos escritos, han declarado, por pasiva más que por activa, que este que escribe es más soso que la mojama y otros calificativos, por cuyos motivos no son para exponerlos públicamente.

Y aunque uno pueda pensar que tres millones cuatrocientos setenta y siete mil novecientos cincuenta y tres mujeres (una arriba, una abajo), puedan estar no del todo acertadas, piensa que el concepto de romanticismo está tan plagado de clichés y puestas del sol que es tanto sol que ciega la realidad de los momentos pseudorománticos estereotipados. Por tanto, seguirá manteniendo esa alegría de la huerta que tanto entusiasma a tres millones cuatrocientos setenta y siete mil novecientos cincuenta y tres mujeres (una arriba, una abajo).

Volviendo a las temáticas he empezado a vislumbrar la idea de lo que quiero hacer. Para ello voy a estar dos meses entrenando, por decirlo de alguna manera, mediante la realización de algún que otro relato corto. Eso por un lado. Por otro, intentaré que no sea nada serio ni oscuro. Algo que desprenda positivismo, algo que sea sencillo de leer y que no produzca excesivos esfuerzos mentales. Algo que, de tan sencillo, resultará muy complicado.

Me insisten en que siga la línea de la tapa del inodoro, momento culminante de mis gracietas, a esos les digo que mis conocimientos de arqueología me permiten explotarlo, que uno es experto en la fosilización de calcetines, pero que no ha querido abusar al intentar cubrir distintos temas y no le gusta encasillarse, pero que dado los momentos de crisis que vivimos, en que todas las cosas son grises, intentará darle un punto esperanzador y, a ser posible, medio gracioso. Pero paraos a pensar que a quién le puede interesar las dificultades que puede tener uno en encontrar dos calcetines de la misma textura y del mismo color a las siete y media de la mañana.