domingo, 30 de septiembre de 2012

Confusión

Hoy estoy confuso. Confuso y sin ganas. Confuso de qué escribir y hasta tal punto llega mi confusión que iba a titular el post como "el síndrome del tapón en el culo", definición fina y libre, para definir hasta qué punto el querer escribir algo y tener mil cosas que contar a la vez, de mil temáticas diferentes, le llevan a uno a tal lugar que lo único que le produce es un embotamiento del pensamiento y un entaponamiento mental de dimensiones inimaginables.

Como no existe laxante mental inmediato, ni conductos unidireccionales que indiquen el camino a seguir, no me queda más remedio que regodearme en mi confusión, como el cerdo se revuelca en su porqueriza, panza arriba, panza abajo.

Pero, claro, uno no puede ponerse con tantas "finuras" a describir la típica ensaimada mental, ni la frustración que produce saber que hay que hacer algo, sin ganas, aún sabiendo que es capaz y, lo que es peor, aún sabiendo que lo que le va a salir, le va a salir mal y a disgusto.

La frustración de tener delante el papel y no querer repetirse en lo ya escrito. El lamentar que, igual, tanto exceso de originalidad también puede producir un vacío, llamémosle creativo, por llamarlo de alguna manera, sobre todo al que tiene que escribirlo y que se está negando a escribir de lo mismo, lo que acaba pasándole factura e introduciéndole en una espiral de ideas que, al final, no le llevan a ningún lado, ni a buen fin.

Y en este lamento, pobre lamento, sé que si tuviera ganas de esperar, como siempre que me pongo, llegaría el tema, la frase, el ritmo y las cadencias, pero hoy, ya, no es que me haya dado por vencido, es que no me da la gana de esperar, porque en estas de la confusión, siempre nos queda la lección, la lección de que al enfrentarse el folio en blanco y blanca que se nos quede la mente, cojamos aire, recojamos los papeles, apaguemos y nos digamos que mañana será otro día, otro día para intentarlo.