domingo, 30 de enero de 2011

Cartas

Hoy en día, que están tan difundidas las redes sociales con los Twitter, Facebook, Tuenti, Linkedin y todo lo que haya y vaya a salir, que saldrá, porque hay algunos que les encanta retransmitir el last minute del bocadillo que se están comiendo, me encontraba el otro día pensando en la poca costumbre que hay ahora de utilizar el correo postal, el carteo, la correspondencia de toda la vida.

Nuestra generación, creo, ha sido la que ha vivido el nacimiento de internet y la telefonía móvil, como fenómeno de uso habitual y apenas ha tenido la oportunidad de utilizar la correspondencia, porque, hay que reconocerlo, somos bastante vaguetes. Y es una pena.

Es una pena, digo, porque todos tenemos un cajón, una caja de zapatos, unos archivadores o donde sea que guardemos los más variopintos objetos que se van acumulando con los años. Objetos a los que se tienen un especial aprecio, pero de nula utilidad práctica. Un mechero gastado, un carnet de biblioteca caducado, carnets del colegio, llaveros, puros de bodas resecos, tarjetas de visita, entradas de cine, del metro, del autobús, de un concierto, cierta camisa, cierto jersey que se cae a trozos de puro viejo y, entre todos ellos, las fotos y las cartas que hayamos recibido.

Con la inmediatez que nos da internet, hemos perdido el valor de la palabra manuscrita. El valor de acumular una serie de objetos que, en este caso las cartas, son, en verdad, un tiempo que alguien ha dedicado a preocuparse por nosotros, aunque sea para decirnos “ahí te quedas, guapo”, aunque sea para reprocharnos un comportamiento o haber tenido una discusión sin tener razón, aunque sea para felicitarnos por haber conseguido algo que tanto esfuerzo nos ha podido costar, aunque sea para contarnos cómo están las cosas en la familia.

Las cartas, se convierten, así, en otros objetos que se añaden a nuestra colección y, con el tiempo, sé que tienen el poder de retrotraer a algunos a sus nostalgias y a sus recuerdos. ¿Es o no una pena haberlo perdido? ¿Es o no una pena no utilizarlo?

Como dicen en mi casa: “Domingo, parece mentira, pero (muy, muy, muy, pero que muy) en el fondo, eres un sentimental”. Yo, solamente, sonrío y callo.

domingo, 23 de enero de 2011

Marcas que me marcaron

Puede parecer incoherente, pero, después de pensarlo largamente, no me considero marquista, ni gran consumidor de marcas concretas, aún a pesar de que alguno me comente que siempre he ido hecho un pimpollo. Obligado por las circunstancias del reto-blogger, me veo en el dilema de ponerme a pensar si alguna vez ha existido alguna marca que me haya influido. Rememorando las teorías de los clientes potenciales, conmigo las campañas de merchandising no tienen nada que hacer, no me atraen los productos innovadores al no generarme una necesidad nueva.

Mentiría si dijera que no he tenido influencias y también mentiría que me han influido algo, aunque pienso que estas influencias pueden ser algo más que meramente materiales, así que pensando en lo que ahora mismo tengo y en lo que he o no he tenido estas son, generalizando:
  • Marcas que me definen como consumidor: Opel y Rayban. Con Opel llevamos ya un cuarto de siglo teniendo todos los coches en mi familia. Al tener que usar continuamente el coche, lo único que se va pidiendo es que responda (que ande, dicho en cristiano, dentro de unas medidas adecuadas de seguridad), sin generar demasiados costes de mantenimiento, ni caer en las tiranías que conlleva el poseer un coche de los de lujo (audis y bemeuves, sin llegar a los extremos de Lexus ni Jaguar, ¡ay, quien tuviera un Jaguar!), donde el tener que estar preocupado de donde se deja aparcado, el seguro y el mantenimiento, me supondría un quebradero continuo de cabeza que no se merece el mierdacoche. En el caso de las Rayban, ahí sí pido calidad, no he tenido otras de mejor cristales y siempre duran. En resumen, lo que uno va pidiendo a las cosas del vestir y del día a día es calidad y durabilidad, pero nunca hipotecado al chantaje de la marca, encima que no me gusta la moda y, mucho menos, ir de compras.
  • Marcas que no tuve y que me marcaron: Hace poco, en las fechas de Reyes, hablando de los regalos tenidos en la infancia, surgió el tema del tan ansiado y nunca recibido excalectric, el spectrum y las consolas. En el caso del excalectric entre que, al principio, no tenía sitio donde ponerlo y, después, no les dio la real gana a mis padres, acabé quedándome sin ello. De forma similar ocurrió con las consolas con la excusa de que “no te van a dejar estudiar”, en fin… excusas. Aunque no me arrepiento de no haberlas tenido, estas cosas puede que sí hayan tenido el poder de enseñar, en parte, que no por tener de todo se va a tener una vida más completa. Años más tarde me faltó tiempo para comprar la consola y no una, sino dos, la tercera ya caerá dentro de poco, menudo trauma. Pienso que, hace años, se valoraba mucho más el tener algo y el esfuerzo de conseguirlo. Hoy en día, da la sensación de que todo está al alcance de nuestra mano, y todo lo que fácil viene, fácil se va.
  • Finalmente, reconozco que sí ha habido una marca que ha influido e influye todavía poderosamente en mi vida. Una marca con la que he tenido alegrías y pesares. Una marca con la que he disfrutado de la vida, del ocio, del estudio, de la amistad. Una marca que me relaja. Una marca que me da disfrute gastronómico. Una marca que se vive. Una marca que recomiendo a todos. Una marca que es aconsejable disfrutar paulatinamente, aunque con prisas también se puede. Una marca, en fin, más que marca una denominación de origen, como lo puede ser el Rioja. Una marca todo lo importante como puede ser una provincia. Y esta marca de la que hablo es Cádiz. Cádiz y sus playas.

domingo, 16 de enero de 2011

La Teoría de las Tres Erres (o a dónde hemos llegado)

Sócrates decía: “conócete a ti mismo”, cita tan rotunda, lejos de intentar entablar una discusión filosófica, viene a colación debido a la proliferación, en nuestro entorno habitual y de unos años a esta parte, de más filósofos que pelos tengo en la cabeza (afortunadamente todavía, claro) que están todo el santo día en busca de sus "sentidos de la vida", que dejan a filosofillos de tres al cuarto como Kant, Kierkegaard o Platón como simples pardillos.

Sí, que tire la primera piedra, etc, etc, ya sé que, igual, yo no sea el más indicado para dar ejemplo, pero sé, y todos estaréis de acuerdo, que todos conocemos a alguien que, valiente manía la suya, nos suelta en cuanto puede su retahíla de "pensamientos", (impuros normalmente, pero no es de lo que estoy hablando, oyesss) de sus "plofundidades" filosóficas, me cago en la mar salada.

Aún haciendo oficio de psicología barata y generalista, podemos diferenciar, en nuestro entorno de los tatantos, en dos grandes corrientes básicas: los evolucionistas y los estancados, habiendo, dentro de esta última, otra subcorriente de nihilistas a quienes todo les da igual y... a mí qué me importa.

Evolucionistas son aquellos que van a la par de los años que se tienen, aunque siempre hay alguno que esgrime la excusa de la vuelta a la infancia porque le ha comprado una megaconsola a su hijo de un año. Evolucionistas son aquellos que, ateniéndose a ciertos cánones sociales o no, no se les ha ocurrido otra que entrar en la onda de la paternidad o están en camino de serlo, aspecto muy valorable y digno, siempre que se mantengan las formas, porque hay cada uno que va a la playa en plan monachita con su cría que no los sueltan ni para ca...minar y nos hacen pensar que tantos miles de años de evolución del homo sapiens sapiens se han cargado de un plumazo. Pero, lo dicho, son casos aparte, para evolucionar no hay ninguna regla definida de situación civil, ni, moderno yo, ser o no ser single, simplemente debe ser un estado mental de ir acorde con la edad que se va teniendo, unos con sus ventajas y sus inconvenientes, porque todo llega.

En cuanto a los estancados, hay ejemplos para salir por patas, porque son una amenaza sanitaria, debido a que, en cuanto se les da carrete, nos machacan con sus filias y sus fobias, llegando a causar, con sus cantilenas repetitivas, casos severos de espasmos colectivos y pérdida de atención, que merecen estar en los anales de tortura china. De los dignos de estudio nos podemos encontrar al obsesionado, no necesariamente con el sexo, sino con la convivencia hombre-mujer, que suele provocar, pérdida de atención, más que nada en el colectivo masculino. Otro ejemplo es aquél a quien no le deja dormir la relación paterno-filial (normalmente no lo dicen así, pero bueno) al que habría que decirle que todo agricultor antes de pensar en la cosecha "nesesita" un "huertesillo" guapo... Luego está el de más allá, nihilista él, a quien todo le da igual, o sólo se preocupa de su trabajo, si es que tiene, su deporte, si es que hace, o cualquier otra afición lúdico-festiva, solución manida para ocultar o no afrontar de cara otras necesidades u obligaciones para consigo mismo, a veces se da el caso que es que entoavía no se ha enterao de qué va la historia. Este último ejemplo, tiene una variante de estar, metafóricamente, girando sobre su eje sin decidirse hacia dónde virar.

De los estancados destacan, de forma general, tres tipos de comportamientos, mi teoría de las tres erres, la RRR, aplicable aunque se vaya hablar en masculino, también para las mujeres. Voy a utilizar un lenguaje llano para que todo el mundo lo comprenda.

Todo hombre, como nadie nace sabiendo, es un pringado con todas las letras, un ser inseguro que va formándose como persona con los años, al llegar a cierta edad, deja de ser un pringado, para convertirse en un Ricky, chavalín que acaba de salir del cascarón, es decir, es un pringadísimo o PT (pringado total).

En estas está, y, mientras va pasando el tiempo, sigue formándose (o deteriorándose) a nivel humano, intelectual, físico, etc, hasta que llega un momento en su vida en que hay algo que le hace espabilarse, abre los ojos a la vida, como se dice cursimente, para cada uno hay uno o más distintos desencadenantes, no sólo el que muchos están pensando, en fin, sea lo que sea lo que le haya ocurrido, nuestro Ricky se convierte en un Rocky, un ser que va pisando fuerte, con seguridad, normalmente excesiva, un ser a quien no hay quien le tosa, y Rocky encantado de la vida, hasta llegar al nivel MACQUO (más chulo que un ocho), y como toda la chulería se acaba pagando, algo más le tiene que ocurrir al MACQUO, evidentemente.

Sí, algo le ocurre a nuestro Rocky, y, sin quererlo ni comerlo, se nos convierte en un Rossi, un ser de sensibilidad extrema, con unos altibajos emocionales dignos de telenovela, un ser con la sensibilidad a flor de piel, un ser a quien la sensibilidad le hace llegar al nivel ET (empalagoso total).

Ahora bien, la duración de cada estado en las tres erres es relativo (algún cambio de estado puede durar microsegundos), así como la alternancia, repetitividad y convivencia Ricky a Rocky, de Ricky a Rossi, y demás duos y tríadas. Nuestro personaje, en su evolución humana, llegará a un nivel en que convivan las tres erres, que es el momento en que pasa a la categoría de evolucionista, ahora bien, el problema radicará en la proporción de las erres, siendo lo ideal el equilibrio.

A toda esta historia se llama, ya en serio, el desarrollo de la personalidad y la llegada de la madurez, siendo variable ya, las proporciones que cada uno vaya dosificando de sus Rickies, Rockies y Rossies.

Porque todo llegará o casi, así que tranquilos.