A estas alturas del partido no va
a ser uno quien diga que estamos en crisis, faltaría más, lo que sí es que
estamos más que hartos de las oscilaciones de la prima, del IBEX y de tanto
analista, gurú económico o como se quiera llamar el chaval de turno, que mucho
lado oscuro, pero ninguna solución aplicable, cosa que está dejando a los
economistas a la altura del betún.
Andamos cansados de tantos
políticos y gestores corruptos que se van de rositas bien indemnizados de por vida y de
las pocas responsabilidades que se reclaman y, mucho menos, se asumen. La
verdad es que nos han tomado por tontos, pero de los de campeonato, cuando
somos la gran mayoría los que asumimos sin rechistar las medidas correctivas que
están aplicando, pero queremos ver actitudes en todos, no sólo los de siempre.
Muchas de las protestas por los recortes perderían seguimiento si, además,
recortaran las mil y unas tonterías que pululan por las administraciones. Somos
mayoría los que lo pensamos, indistintamente del color político. Por ejemplo,
¿qué utilidad tiene el Senado? Que alguien vaya y nos lo explique.
Este cansancio que tenemos, si
nos paramos a pensar, es que no deja de estar bien alimentado. A todas horas y
por todos los medios, nos llegan, una tras otra, las malas noticias, y, como
todo lo que se repite, acaba calando en los ánimos y en las percepciones. Tenemos
empacho de crisis, de índices, de números, pero…¿es en el fondo tan importante
la crisis como para que estén intentando angustiar tanto al personal? Porque,
desde luego, parece que hay un regodeo masoquista en revolcarse en ella, que
hoy es malo, mañana peor, ¡yupi!.
¿Qué mas da si existe el riesgo
de que nos intervengan? ¿Qué mas da si nos echan del euro? ¿Acaso se va a
acabar el mundo?
Hace años, en Santander, me
cruzaba todos los días con una pintada que decía “anticipation of death is
worst than death itself”, esto es lo que está ocurriendo, el “temor a”, está haciendo
más daño que el hacer las cuentas bien y claras, con su plan específico,
creíble y sin trampas. Ese intento de angustiarnos e indignarnos, sobre todo,
del temor a perder el status, el no poder poseer más bienes, no poder viajar,
no poder ir a cenar a un restaurante de postín… Parecemos idiotas.
Igual sea ya el momento de
empezar a no preocuparse demasiado, lo justo, intentar sortear las dificultades
del mejor modo posible, porque, si algo es cierto, es que todo lo malo tiene su
lado positivo. Nos creímos ricos, siendo pobres, pues habrá que vivir como
tales y disfrutar de las pequeñas cosas que vayamos consiguiendo. Como decía
Molina, es que no sabemos lo que es pasar dificultades (y si alguna vez lo supimos,
lo hemos olvidado) y fácilmente nos hemos acomodado.
Acabaremos dando las gracias a la
crisis e, incluso, a decir que la crisis ya no existe, porque algo con lo que
se convive diariamente, no es una crisis, es la normalidad.
Mirando el lado positivo, empiezo a respirar tranquilo, porque ya no me querrán por dinero.