Aquí estoy, dándole vueltas a toda una sensación de haberme
metido en un buen berenjenal.
Me explico.
Allá por septiembre se llegó a la conclusión de que, para
revitalizar el retoblogger, cada uno de los distintos participantes debería plantear
un objetivo personal, a cumplir a lo largo de este año. A un servidor no se le
ha ocurrido otra fabulosa idea que intentar escribir un libro. Menuda boca la
mía.
A pesar de ser totalmente reacio a publicar nada personal en
el blog sobre algo que tenga que hacer o haya hecho, he llegado a la conclusión
de que tampoco es para tanto, pues mis contados seguidores, que no admiradores,
son tan pocos que casi que me leen con un sentido de la obligación y ningún
sentido del placer. Haré una excepción durante seis post este año e intentaré
explicar los avatares que pueden dar lugar en la escritura del dichoso libro.
¿Por qué un libro?
De entrada me decanté por ello, sencillamente, por la
dificultad intelectual que conlleva y reconozco que, si lo llego a terminar,
será un pastiche infumable, una vergüenza para el mundo de las letras y un
motivo de carcajeo público, pero como seré el primer juez yo mismo, antes de
entregarlo a la inquisición retobloggeril, así que tan tranquilo.
He preferido un reto intelectual, por un motivo muy
sencillo: creo haber perdido facultades mentales. Ahora saldrá el listo o la
lista de turno diciendo “éso ya lo sabía yo” o “no se puede perder lo que no se
tiene”, en fin… Al (¿tener la suerte?) de trabajar en una fábrica, aun siendo un
puesto dinámico, es cierto que se llega a convertir, como todas las actividades
repetitivas, en un entorno limitado para el desarrollo psíquico, y esas
limitaciones hacen que las facultades mentales se reduzcan o atenúen. Entre escoger
un reto físico y uno mental, he visto que era más factible el físico y no por
razones de ser un portento, sino porque la dificultad es mayor, desde mi
inapelable opinión.
Ello no quiere menoscabar el reto de mis competidores,
porque, los que han escogido retos físicos, han sabido calibrar entre un
objetivo fácil y otro desmesurado, sólo conseguibles con grandes dosis de
entrenamiento y disciplina. En el fondo, creo que todos nos encontramos a estas
alturas del año, en que los demás suben una colina y nuestro reto personal es
un ascenso al Everest, sin ayudas, sin oxígeno y sin ropa.
Y todos los del reto pensando, mira que somos chulos.
Pues éso, el objetivo es más dirigido a la recuperación y
aumento de mis facultades mentales, pero como ese objetivo es imposible de
medir, la aventurilla de escribir un libro sólo es la parte medible que no me
ha quedado más remedio que afrontar en público y que voy a ir completando
mejorando el inglés y el ajedrez. El cerebro es un músculo más y hay que
alimentarlo.
Entrenamiento mental, en resumen.
¿Por qué escribir?
Para mí el retoblogger me lo he planteado siempre como una
forma de aprender a exponer temas variados de una forma, si no amena, al menos
no del todo antipática, que permita terminar al lector con la idea primordial de
forma inteligible y clara, cosa que sí creo conseguir. Cosa distinta es que se
llegue a conectar, pero todo se reduce a encontrar el entorno o público
adecuado.
¿Es difícil escribir?
Sí y no, es una cualidad como otra para la que unos están
más capacitados que otros. Si nos ponemos a pensar en los columnistas de
opinión, vemos que, al ser su oficio, estas cualidades las van mejorando con el
tiempo, es su trabajo. Los amateurs -si es que nos acercamos ni si quiera a
eso-, tenemos que adaptarnos a las circunstancias, ya que no es fácil
compaginar un trabajo y unas obligaciones que nos pueden absorber casi todo el
tiempo, con una o más aficiones y qué decir de un berenjenal gratuito en el que
nos hayamos podido meter.
Pero, aún así, hay que intentarlo, para ello hay que
conocerse, saber perfectamente cómo nos afecta el entorno en nuestra
concentración, que es un factor fundamental a la hora de poner en claro las
ideas. Esto no quiere decir que haya que buscar un retiro monacal, ni una
soledad de náufrago, sino el saber encontrar el sitio donde mejor le venga a
uno la inspiración, esa cosa tan manida, y cómo obviar a los días en los que no
se nos ocurra nada. Éstos han sido mis primeros pasos estos dos meses,
encontrar o, al menos, reconocer los lugares y las situaciones donde más a gusto
se concentre uno y reconocer, también, los momentos en los que es necesario
vencer la pereza inicial, como ha ocurrido hoy.
Respecto al formato del libro, que no tiene por qué ser una
novela, como se pueda pensar alguno, todavía estoy en ello, pero, después de
escribir este post y ver cómo ha sido sentarme y empezar a fluirme las ideas y
las palabras, aunque al principio pudiera parecer una ironía, empezamos bien.