Hace un tiempo, un amigo me preguntaba que, si yo fuera "barco", qué rumbo pretendía seguir. En ese momento, no supe qué responder, mi "barco", supongo según él, iba a la deriva...(¡qué poético!).
A raíz de ésto, el ponerse a pensar en qué nos traerá el futuro, sea a corto, a medio o a largo plazo, digamos a veinte años es algo complicado. Tema peliagudo, porque lo primero que se nos viene a la cabeza es mirar atrás, al 1990. Ni locos nos hubiéramos imaginado, la mayoría de nosotros, estar donde estamos o, por ejemplo como anécdota, a nadie se le hubiera ocurrido adivinar la dependencia que se ha generado con los móviles y el internet, necesidades que, entonces ni tan siquiera existían. De antes se quedaba a una hora y se aparecía o no, ahora, si no apareces, ya te están mandando un sms para confirmar que estás a cinco metros de distancia...
Pensar en lo que será el mundo, que no mi mundo, dentro de veinte años es un ejercicio de imaginación excesivo para "muá", aunque tampoco hay que ser un Premio Nobel, para prever, de forma general, que la tendencia es sobre las tecnologías. El ser humano será menos necesario para realizar las cosas en el trabajo, necesitando, por consiguiente, menos recursos humanos. A esas alturas del siglo, ya existirán los primeros cyborgs, no tanto como Terminator, que alguno ya ronda por nuestros alrededores sin necesidad de "tecnología punta", pero la medicina habrá dado un salto tan cualitativo como para implantar de forma masiva y segura prótesis cuasihumanas.
Igual la telefonía móvil e internet, tal y como la entendemos ahora, haya desaparecido interactuando con el ser humano de forma similar a Minority Report (éso sí de prever el futuro tararí). Y, por fin, se haya acabado el petróleo obligando a buscar esa energía barata y limpia que tanto nos quieren vender ahora nuestros políticos, como si la eólica y la solar fueran Jauja. Pasando los productos del hidrocarburo a ser algo obsoleto. Tantas y tantas cosas podrán cambiar en el mundo de la tecnología que puede que cambien nuestras costumbres, aunque sin llegar a extremismos. Si se piensa en el impacto que tuvo para nosotros los móviles y el internet, seguimos siendo todos iguales y, al mismo tiempo, diferentes.
En cuanto a nuestro "barco" ya llevamos una vida en que la construcción del mismo, nuestra quilla, cuadernas, cubiertas y demás servicios, ya están colocadas con mayor o menor maestría. Nuestra "tripulación" ya está formada, habiendo echado por la borda algún que otro grumetillo, dejado en puerto a personal que ya no servía y embarcando a otro, lo que hace falta, siendo nosotros los armadores, poseer un buen capitán que lo gobierne con el mejor criterio. Navegar no es un viaje plácido ni bucólico, como intentan vender las agencias de viaje, hay que tener respeto a la mar. Unos nos encontraremos calmas chichas prolongadas, tormentas más o menos fuertes y alguno que otro se meterán en algún Maelström, del que igual necesite los servicios de Salvamento Marítimo...
En definitiva, los cambios en la política, tecnología, trabajo, familia, etc., no son más que los distintos "peligros" de nuestra travesía, que habrá que disfrutarlos, sortearlos o sufrirlos en función de cada cual. Ahora sí sé lo que contestaría a mi amigo, si yo fuera "barco" ya sé qué rumbo seguiría, aunque, a diferencia de los distintos "puertos" a los que él se refería, yo sólo puedo pensar en llevar mi "barco" a un Puerto: seguir navegando.
¡Buena singladura!