sábado, 16 de mayo de 2015

Crónica de la 101 de Ronda 2015 (manual para novatos, algo menos novatos)

Vaya por delante que en ésto del mtb soy vagoneta y que entiendo que el uso que le doy es de simple pasatiempo, en busca de pasar el rato, en hacer algo de ejercicio sin pasar un mal trago. En resumen, cicloturista del montón o, si se quiere, del chichinabo.

Aclaro esto antes de empezar, para que no se me vayan a escandalizar ciertos sectores de entendidos de la bicicleta, grandes conocedores de materiales, buscadores del gramo de menos en su equipación, hacedores de grandes gestas deportivas y buscadores de marcas. Es más, hasta considero justo y necesario, y sana, muy sana su afición desmedida, ya que, en mi caso, me permite acceder a información actualizada y puntual en temas diversos como pueden ser el mantenimiento y equipaciones (que luego uno hará lo que le parezca, pero eso ya es otra historia, no nos desviemos).

Pongo esto al principio del post, porque es más que posible que no se llegue a leer completo, ya que, sin embargo, tengo unas dudas sobre ciertas incongruencias que detecto en un sector más radical que los podríamos llamar el de los jartibles hipermegabikers. Son dos dudas principales que no van incluidas en el mismo paquete y, cuando se lean, todos saldrán diciendo que ellos no son, pero si no es nadie, ¿cómo es que ocurre?:
  1. ¿Es necesario poner en peligro a los demás en las bajadas a pecho descubierto que nos dejan a los adelantados con el culotte bajado, el corazón encogido y otras piezas corporales por corbata?. Innumerables seres voladores pasan rozando al personal que va delante de ellos y con un solo grito de aviso de “¡izquierda!”, “¡derecha!” o “¡centro!”, se ven poseedores de la prioridad absoluta poniendo en riesgo a ellos y a sus compañeros. Que se lo hagan mirar.
  2. ¿Tan chupiguais somos que parecemos incapaces de guardarnos la basura, cuidao que pesa, ¡eh!, o tirarla en los contenedores de los avituallamientos? ¡Ojo!, que hay circunstancias inevitables en una gran concentración de borregos público, pero no acierto a entender que en los mismos puntos de avituallamiento qué tentación puede tener el personal para tirar, digamos, los vasos al suelo, ni de envoltorios a lo largo de la ruta. Dudo que nadie pueda dar una respuesta convincente, porque si es por competir y no se es de los que puedan hacerlo dentro de los veinte o treinta primeros puestos, no es justificable el querer hacer marca personal, el querer ganar tiempo. Me parece una actitud muy lejana del espíritu ciclista o del marchador (y no hablamos de uno o de dos, hablamos de cientos de ellos, a tenor de la cantidad de mierda acumulada y da igual que se “permitiera” en las zonas habilitadas). Quedamos retratados así por un porcentaje excesivamente alto de incívicus marranus bicicletus. Y los marranos a la cochiquera (para el marrano y al mismo punto burro que no se haya enterado, a la pocilga).

Triste es tener que poner esto, cuando la intención es narrar una simple crónica de los sufrimientos de los 101 km de Ronda 2015, aunque más triste y cobarde sería por mi parte no decirlo. Si ha habido algún ofendido innecesariamente, que no se dé por aludido y pongamos todos de nuestra parte, aunque tengo mis ciertamente contrastadas dudas de que tenga arreglo.

La crónica

Tal y como la veintena corta de seguidores recordarán, por la crónica del año pasado, en mi primera participación sufrí una serie de contratiempos que, muy a mi pesar y aún terminando, llegué tres minutos fuera de tiempo. Como mi recuerdo, en general, no era excesivamente malo, este año intenté y conseguí plaza de nuevo, con el objetivo bien marcado de llegar a tiempo sin más gloria.

Ciclistamente hablando, soy, como he comentado antes, de los que salen para pasar el rato, no a sufrir, y si es con un posterior homenaje culinario, tanto más motivación. En Mucha Arena, un pseudoclub que formamos seis o siete gatos, ya me he ganado el apelativo, supone uno que cariñoso, de “La Tuneladora del Cantábrico” y, fiel al mismo, se puede uno imaginar la estrategia y el estilo de pedaleo, lento, pero constante.

Aprendido algo, poco, de la experiencia pasado y entrenado algo, poco, por zonas agradables de pedalear, preparé el día anterior el equipo intentando no llevar tanto peso como el año pasado y aún así siguió sobrando. Cargando en el camel dos cámaras, dos litros de agua, unos pocos frutos secos, crema solar, dinero, llaves y alguna chuminada más, volví a encontrarme envarado desde el principio. Para no molestar a los que iban en mejor forma, decidí colocarme en una zona intermedia del estadio municipal, a mirar el panorama, ya que no pude ir, en esta ocasión, acompañado.

Se repitió el protocolo similar del año pasado y arrancamos a las 10:00, diez minutos para salir del estado y ya empezaron los adelantamientos de los que querían hacer tiempo. Sin comentarios adicionales a lo ya dicho. De ahí hasta el km 30 sin novedad, incómodo más que bien, aunque no por causa de acumulación indebida de sólidos, felizmente este año no hube de inspeccionar los olivares… Incómodo pues, como digo, o más bien preocupado por el calor, por hidratarme y no sufrir calambres y no dejarme llevar por el entusiasmo ajeno.

La idea principal era llegar a Setenil entero y sobre las 15:30, no sufrir pinchazos ni caídas, aunque más de uno se llevara un recuerdo mental mío por adelantamiento de locazas, encima este año el terreno estaba en peor estado que el año pasado en muchas zonas, no apto para excesivas alegrías. De igual manera que en la crónica del año pasado, todo fue fluido hasta el primer escollo (km 30 aprox, 14:00), unos cuatro kilómetros de subida, empujando y montando según criterio personal, siempre buscando evitar un desgaste innecesario y tan temprano.

Así fue todo, con la excepción de la "pared" de cemento de Alcalá del Valle, hasta llegar a Setenil (km 56,5, 15:30). Si hubiera sido un día normal, ya estaba servido y hubiera significado final de etapa, pero no, a partir de ahí ya viene lo peor. Saliendo de Setenil hay unos 4 km ciclables y después llega una cuestita (creo que la llaman así) que se hace interminable, en fin, misma táctica de desmontar, montar y refrescarse con microduchas de bidón, en cabeza, piernas y mallot, con las consecuencias que se verán después.

Este año no ha hecho tanto calor como el pasado, incluso soplaba cierto airecillo, pero parece que este airecillo produce en las zonas contrarias una sensación de vacío que acrecienta la sensación de calor. Hora y media larga después de salir de Setenil (km 63, 17:15), llegué al punto de avituallamiento, donde consideré que los dos litros de agua que había paseado por la serranía de Ronda, ya que ni los toqué, mejor servicio hacían regando el campo. Aligerado algo de peso, nos encontramos una bajada directa hacia el cuartel (km 75, 18:00), magníficas las vistas en todo el recorrido, por cierto, más carga de agua y a continuar hacia la Ermita, subida tortuosa (km. 82, 19:00), bajada peligrosa y bajada casi sin frenar hasta Montejaque (km 87,5, 19:15).

Ni qué decir tiene que, por selección natural, como diría el sabio, al final, se van haciendo los kilómetros más o menos con los mismos, hablando de vez en cuando, nada de grandes conversaciones, sino en plan: “venga que llegamos”, “¿qué viene ahora?”, “me cago en su...” y otras lindezas similares. Llegados a Montejaque ya pensamos que estaba hecho, total, catorce kilómetros de ná. Sin embargo, la mente, por un lado que, en casos así, nos pueda dar ese empuje que ni por asomo sacaríamos en circunstancias normales, también es engañosa, ya que no recordaba que fuera ni tan largo ni tan penoso lo que se nos venía encima. Señores, hora y cuarenta en hacer menos de seis kilómetros, pa mear y no echar gota.

El fantasma del incumplimiento acechaba de nuevo, de tal manera que no atinaba a sacar el pasaporte para sellarlo en el punto de control (km 93, 20:55). De ahí a sacar más fuerzas y bajar, porque, afortunadamente, desde ahí salvando algún que otro repecho que nos podamos encontrar ya vamos directos a la famosa y temida cuesta del cachondeo (km 98, 21:30), que no sé cómo, la superé, con menos dolor del esperado, andando, claro, en 25 minutos. Un repecho más en el mismo Ronda, con primer aviso de calambre y acelerón en bajada -un poco haciendo el chulo-hacia la meta (km 101, 22:03).

A la llegada, como misión cumplida, no puedo narrarla con la sensibilidad de la emoción de un reto cumplido y necesario, tal y como veo que otros la pueden describir. Ya tuve mis “sentimientos” subiendo la cuestita y la Ermita, “sentimientos” que no por no compartir, no son menos comprensibles. Lo que sí sentí fue que, a causa de las duchas, el sudor y el roce, llegamos a la meta (mi) trasero y yo.

Aún así, de todas maneras y a velocidad tuneladora, ya puedo decir y aún no sabiendo si volveré:



Ya soy cientounero.